miércoles, 16 de marzo de 2011

Capítulo 1.- Las presentaciones

 
Las presentaciones

Yami estaba profundamente dormida en clase de historia. El profesor no se había dado cuenta, pues ella siempre se sentaba en los lugares de atrás.
—Yami… —la llamó en susurros su amiga, tratando de despertarla. Estaba en el lugar junto a la ventana, la suave brisa que entraba le acariciaba la piel, arrullándola, pero su amiga era insistente, pues tenía algo que mostrarle, así que le movió el hombro con la mano, aún tratando de despertarla—. Yami, despierta. ¡Mira quién acaba de entrar al salón!
—Disculpe, pero ¿no sabe usted dónde está la oficina del director? —preguntó amablemente el chico que acababa de interrumpir la clase, alto y de pelo negro, con ojos de un azul frío.
—¡Yami! —insistió Cristi, ahora que el profesor le empezaba a dar indicaciones al chico para que pudiera llegar hasta la oficina del director.
Yami, de un sueño muy pesado, finalmente reaccionó sorprendida, y se levantó apresuradamente, limpiándose con la manga de su suéter el pequeño hilo de baba que se había escurrido por su mejilla mientras dormía.
—¡Setenta y ocho “x” cuadrada! —gritó sin pensar.
Todos la observaron, incluyendo al chico que estaba aún escuchando las indicaciones del profesor. Su amiga se pegó en la frente con la mano mientras negaba con la cabeza, y ella se puso roja de vergüenza.
—Este… yo quiero decir ¿en 1978? —se corrigió Yami, al ver al profesor de historia.
Todos se echaron a reír, menos ella, Cristi, el profesor y el chico que aún estaba de pie debajo del umbral de la puerta.
—Señorita Chan —dijo el profesor, irritado—, esta es la novena vez que se queda dormida en mi clase. ¿Acaso no duerme bien? ¿Es necesario que llame a sus padres para que vigilen su sueño?
—¡Oh, no! No se preocupe por mí —le dijo Yami al profesor con nerviosismo.
—Hablaremos después de clase, señorita Chan —entonces se dio media vuelta y siguió dándole enredadas explicaciones al chico.
En el salón de clase empezaron a nacer conversaciones mientras el profesor estaba distraído.
—Yami, eres una idiota —reprochaba Cristi.
—Si alguien no me hubiera despertado no habría pasado esto —contestó Yami, mirando a Cristi con los ojos entrecerrados.
—¡Te desperté por algo! ¿Ya viste al chico con el que habla el profesor? —Cristi señaló al muchacho, con una sonrisa pícara dibujada en los labios.
Yami observó a la persona que Cristi señalaba. El chico le pareció apuesto, sin embargo no algo por lo cual valiera la pena despertarse. Estaba harta de los hombres, en su familia no tenía más que primos, hermanos y tíos. Las únicas mujeres de la familia resultaban ser sus tías políticas y su madre, y no convivía con ninguna porque todas, menos su tía Catherine, estaban divorciadas de los hombres de la familia Chan, por lo cual se veía obligada a vivir en una casa rodeada por sus dos hermanos —uno mayor y uno menor— y su padre, el cual era un mujeriego, al igual que sus tíos.
—¿Me despertaste por un chico? —preguntó Yami, exasperada.
—¡Es guapísimo! —contestó Cristi, sorprendida ante la reacción de su amiga.
Yami respiró profundo y cerró los ojos, tratando de contenerse para no ahorcar a Cristi.
—¡Hey, Yami! ¿Soñando con matemáticas? —preguntó de pronto Mike, uno de los amigos de Yami que disfrutaba con molestarla siempre que podía.
—Mike, ve a molestar a alguien más, ya tengo suficiente con Cristi —dijo Yami, recargándose de nuevo sobre su banca en una posición que mostraba claramente sus intenciones de volverse a dormir. Yami nunca aprendía la lección…
—¿Te vas a volver a dormir? —preguntó Cristi, anonadada ante la acción de su amiga.
—Sí —contestó Yami, sin voltear a verla siquiera. Estaba enfadada porque la había despertado.
El profesor finalmente terminó de hablar con el chico de los ojos azules y se dispuso a continuar con la clase, pero justo en ese momento la campana sonó, marcando el final del periodo. Yami no había logrado concebir el sueño en tan corto tiempo, así que en seguida se levantó y comenzó a guardar sus cosas.
—Lamento la interrupción, pueden retirarse —dijo el profesor a los alumnos que ya estaban más que listos para irse. Yami se había apresurado para salir a escondidas, pero el profesor la pilló en la puerta—. ¿Adónde cree que va, señorita Chan?
—Maldita sea —susurró Yami, cerrando los ojos como si así pudiera esconderse.
—Por favor, tome asiento —dijo el profesor con aire parsimonioso, mientras él hacía lo propio en la silla detrás de su escritorio—. Esto se ha repetido en muchas ocasiones y creo que es tiempo de ponerle un alto.
—Lo siento mucho, profesor. Verá, lo que sucede es que el profesor de matemáticas deja mucha tarea, y me desvelo haciéndola —mintió Yami.
—¿Entonces me recomienda que hable con el maestro y le indique que le deje menos tarea? —dijo el profesor.
—No, no es necesario. Intentaré terminar la tarea más temprano, se lo prometo —dijo Yami, con una gran sonrisa, tratando de convencer al profesor.
—Eso espero, señorita Chan, porque si esto se repite tendré que llamar a sus padres para que puedan ayudarme a solucionar este asunto —sentenció el profesor, mientras tomaba del escritorio su portafolio y se levantaba del asiento—. Ya puede irse.
Yami suspiró y salió corriendo del salón de clase para alcanzar a sus hermanos, que estaban en la misma escuela.
—¡Hey, espérenme! —les gritó, al verlos caminando hacia la salida de la escuela.
—¿Por qué te demoraste? —le preguntó su hermano menor, Ricky.
—El profesor de historia me descubrió durmiendo en su clase, pero todo fue por culpa de Cristi —se quejó Yami, mientras caminaban juntos hasta la parada del bus.
—Si no te desvelaras en frente de la computadora, no te dormirías en clases… y a todo esto ¿qué se supone que haces en las noches? —preguntó el hermano mayor con sospecha, Ethan.
—No hago nada, me duermo a las doce máximo, es sólo que la clase de historia es aburrida a más no poder. ¿Qué esperan que haga?
—Que prestes atención —respondió Ricky bajito.
—Tú no estás en la mejor posición para decir eso, mocoso —dijo Yami infantilmente, enseñándole la lengua a su hermanito.
—Discúlpame, pero mis notas y mi comportamiento en la escuela son perfectas —dijo el niño ofendido.
—¿Ah, sí? Entonces educación física no es una materia ¿verdad? —dijo Yami, utilizando el punto débil de su hermanito para hacerlo enfadar.
—Sí lo es, la materia de los idiotas —respondió Ricky, sin mostrar una pizca de enojo a su hermana mayor.
Yami, al no observar la reacción deseada, hizo una rabieta silenciosa y lo ignoró. Ethan sólo rió silenciosamente.
El autobús llegó y los llevó a casa. Su padre no se encontraba en el hogar durante las tardes, siempre estaba trabajando, y por las noches llegaba hasta tarde, ya que le gustaba salir con muchas mujeres.
La vida de los jóvenes Chan era tranquila y rutinaria. Ricky llegaba a casa y hacía los deberes, Ethan preparaba la comida, se iba a practicar basquetbol y por la noche llegaba a hacer su tarea, y Yami era la menos aplicada, siempre llegaba a ver la televisión y jugar online, se saltaba la comida hasta que le daba hambre y hacía la tarea hasta muy noche o no la hacía.
—¿No te cansas de ver caricaturas? —preguntó Ricky, quien adoraba reprocharle a su hermana cosas que le reprocharían a los niños. Por ser el menor estaba ligeramente acomplejado—. Tienes dieciséis años…
—No, me encanta Bob Esponja, y jamás dejaré de verlo, ni aunque tenga cincuenta años —contestó Yami, sin voltear a mirar a su hermanito.
—No me niego a que veas Bob Esponja, pero ese episodio lo han repetido como quinientas veces…
—Bueno, ese es mi problema ¿no? —cortó Yami, decidida a ignorarlo si se empeñaba en seguir.
Ricky suspiró, molesto, aunque no se lo haría ver a su hermana, pues sabía que si se enojaba, ella quedaría satisfecha, además de que en realidad no era su problema si ella veía episodios repetidos de Bob Esponja o no.
—Sólo déjala ser, Richard —le dijo Ethan, quien ya había puesto la mesa con los tres platos, a pesar de que sabía que su hermana iría a comer cuando ya estuviera todo frío—. Ya ven a comer.
Así, el día transcurrió de manera normal. Ethan se fue a su práctica de básquet, Ricky subió a su cuarto y se encerró en su mundo de tareas y libros y Yami se quedó abajo en la sala, viendo la televisión acostada en el sofá, se quedó dormida después de dos horas de ver la tele sin parar…

Era de noche cuando sonó el timbre de la casa. Los focos estaban apagados y lo único que iluminaba la sala era la luz proveniente del televisor encendido. Yami despertó hasta el décimo timbrazo y Ricky ya había bajado las escaleras al notar que su hermana no parecía tener en sus planes el abrir la puerta.
—¿Quién es? —preguntó Yami con pereza al ver a Ricky pasar por la sala en dirección a la puerta.
—¿Acaso ya abrí la puerta? —replicó Ricky, justo un momento antes de girar la perilla de la puerta de madera y ver al visitante.
Levantó una ceja confundido al encontrarse con un joven alto, totalmente vestido de negro, que no había visto en toda su vida.
—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó Ricky, de manera no muy amable, pero diplomática.
—Sí, me preguntaba si sabes tú quién es esta chica —dijo el muchacho que estaba en la puerta con una voz muy amable, alargando el brazo hacia Ricky para entregarle una fotografía que mostraba a una chica de lacio cabello de color castaño claro, ojos miel y bonita sonrisa.
—¿Yami? —dijo el niño automáticamente al ver la fotografía.
—¿Sí? —preguntó Yami desde la sala al escuchar la mención de su nombre.
—Te busca un chico… —dijo Ricky, viendo al muchacho con cara de interrogación.
—Mitca —dijo él, con una sonrisa.
A Ricky no le daba muy buena espina. Tenía puesta una chaqueta de cuero negra y sobre el cuello de su camisa sobresalía lo que parecía ser una pequeña parte del diseño de un tatuaje.
—¿Un chico? —Yami se levantó del sofá y caminó hasta la puerta. Fue grande su sorpresa al encontrarse con el chico que había visto ese mismo día en su escuela, el chico por el cual Cristi la había despertado—. ¿Quién eres tú?
—Mi nombre es Mitca —repitió el joven—, y he venido a buscarte.
—¿A mí?—preguntó Yami, con los ojos abiertos como platos por la sorpresa—. Oye, lo lamento, pero yo no te conozco…
—Lo sé —cortó él, aún mostrando una sonrisa—, pero no es necesario que me conozcas, vendrás conmigo.
—¿Qué —dijo Ricky, ahora hablando por su hermana—? Oye, no sé quién eres, pero Yami no va a ningún lado…
—No hables por mí, mocoso arrogante —le dijo molesta a su hermano, que siempre actuaba como si fuera mayor que ella, después miró a Mitca—. Y tú, no iré contigo a ningún lado.
—¿Qué está pasando aquí? —dijo de repente la voz de Ethan, que venía llegando de su práctica de básquet.
—Este tipo se quiere llevar a Yami —acusó Ricky a Mitca, señalándolo con el dedo índice.
—¿Te quieres llevar a mi hermana —dijo Ethan, frunciendo el entrecejo al tiempo que una sonrisa divertida se extendía por su rostro—? Si quieres llévatela, pero no sirve para nada, y te advierto que tiene muy mal carácter…
—¡Estúpido Ethan, eso no es cierto! —gritó Yami al escuchar a su hermano mayor.
—Nunca haces otra cosa que dormir y perder el tiempo —dijo Ricky, asintiendo.
—Tú no hables, maldito enano, que sólo eres un sabelotodo arrogante —dijo Yami, dirigiéndose a Ricky.
—Ethan ¿estás escuchando cómo me habla? —dijo Ricky, hablándole en tono adulto a su hermano mayor, con quien siempre trataba de quedar bien.
—Yami, no actúes de forma infantil… —dijo Ethan.
Al parecer los tres hermanos ya se habían olvidado de la presencia de Mitca, en frente de quien estaban discutiendo…
—¡El único infantil aquí es Ricky! Siempre trata de hacerse el adulto para quedar bien contigo…
—Tengo mejores notas…
—¡A nadie le importan tus estúpidas calificaciones!
—El que a ti no te importen porque no sacas más de ocho no significa que a nadie le importen —dijo Ethan.
—¿Y tú te pones de su lado?
—Por supuesto que está de mi lado, ambos coincidimos en que tú eres una zopenca que no sirve para nada —dijo Ricky, sonriendo de forma burlona al ver que tenía a Yami, junto con Ethan, a punto de explotar.
—Pues no me importa lo que piensen unos inmaduros como ustedes —dijo Yami, levantando el cuello e irguiéndose para aparentar altura, aunque apenas medía un metro cincuenta y cuatro.
—Sí, como sea —dijo Ethan, dando por terminada la discusión con su hermana menor. En ese momento posó sus ojos de nuevo en el individuo que presenciaba en silencio la escena, Mitca, quien estaba con las cejas levantadas y las manos en los bolsillos.
Al darse cuenta de que estaba siendo observado por Ethan, sólo repitió:
—Vine a buscar a Yami.
—Mi hermana no irá a ningún sitito contigo —aseveró Ethan con seriedad.
En ese momento, una furibunda Yami carraspeó y dio un paso hacia Mitca.
—Esa es mi decisión —dijo—. Ustedes no son mis padres, por lo tanto no pueden ordenarme a no irme con…
—Mitca —dijo este, divertido.
—Sí, con Mitca —dijo Yami.
—Pero si acabas de decir que no irías a ningún sitio —dijo Ricky, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Pues he cambiado de parecer —contestó Yami de forma retadora—. Así que, Mike, vámonos.
—Es Mitca —repitió él.
—Sí, como sea —dijo Yami, tomándolo por el brazo y jalándolo hacia la calle consigo.
—¡Papá se va a enfadar si sabe que saliste de noche con un chico! —gritó Ethan desde la casa.
—¡No me importa! —contestó Yami en otro grito.
Siguió caminando unas cuadras más hacia ninguna dirección, hasta que su casa quedó fuera de su visión, entonces se detuvo y se dio media vuelta para encarar al chico al que acababa de arrastrar consigo.
—Ahora sí, Mitca. Lo siento por eso. No sé qué quieres ni quién eres, pero aquí es hasta donde llegaré contigo —dijo Yami, mirando al chico con decisión.
—Pero si no te estoy pidiendo que vengas conmigo —dijo Mitca, cada vez más divertido por la chica.
—¿Ah no? —Yami puso cara de confusión—. ¿Entonces a qué te referías en mi casa hace unos momentos…?
—En ningún momento te lo pedí, sólo dije que te estaba buscando.
—Sigo sin entender…
—Me refiero a que no tienes opción, quieras o no, vendrás conmigo.
Yami primero escuchó perpleja lo que el sonriente Mitca decía, después se echó a reír.
—Claro —dijo entre carcajadas, siendo sarcástica—. A mí nadie me obliga a hacer nada, así que sólo en tus sueños me voy contigo —entonces Yami se dio media vuelta y empezó a caminar hacia otra dirección, ya que no tenía intenciones de regresar aún a su casa.
Una vez caminando escuchó un ruido extraño, como si removieran cosas dentro de una mochila, así que se dio media vuelta para observar a Mitca. Vio como este removía el interior de una mochila, buscando algo que no encontró.
—Mierda, no tengo el tranquilizante —dijo Mitca, con tono de disgusto, entonces miró a Yami—. Lo siento, niña, pero esto no podrá ser del modo tranquilo…
Entonces corrió hasta Yami, que se había alejado unos cinco metros, y llegó a ella a una velocidad muy impresionante, sin darle tiempo a correr siquiera. Le puso un brazo detrás de las rodillas y el otro en la espalda, y la levantó del suelo, robándole el aliento.
—¡¿Qué se supone que haces?! ¡Bájame en este momento! —gritó Yami, agitándose con violencia entre los brazos de Mitca.
—Cállate y tranquilízate si no quieres que te ate las manos y la piernas, las vas a necesitar para sujetarte de mí en la moto ¿o crees poder sostenerte con tus extremidades amarradas? Podemos intentarlo… aunque no aseguro que no te pase nada —dijo Mitca, de forma divertida, aunque sus palabras eran amenazantes.
A Yami le empezaba a dar miedo.
—¿Qué vas a hacer conmigo?
—Eso no lo decido yo…
—¡¿Y quién lo decide entonces?! —Yami estaba exasperada.
—¿Me vas a decir que eres una simple humana, de verdad?
—No… —dijo Yami, siendo sarcástica—. ¿Me ves cara de extraterrestre? No me siento tan fea, pero…
Mitca se echó reír fuertemente, asustando a Yami.
—Si eres humana entonces es casi seguro que tienes deudas.
—¿Deudas? ¿O sea que tú eres algo así como un pandillero que tiene malos negocios con mi padre? —preguntó Yami, atando cabos con la palabra “deudas”, sin embargo no logró acertar a nada, porque no tenía nada que ver con su padre.
—No, yo… —Mitca no supo muy bien cómo responderle a Yami para que entendiera, pero se dio cuenta de que en realidad si entendía o no, le daba igual, así que lo explicó tal y cómo lo entendía él—. Yo trabajo para demonios, mi familia tiene una deuda que se paga con el trabajo de los hombres de la línea sanguínea que proviene de mi tátara-tátara-tátara-tátara… no sé cuántos tátaras, hasta llegar a Evans. Yo sólo estoy pagando la deuda familiar, aunque tampoco es que no disfrute hacer lo que hago…
—Oh, mira, eso suena muy interesante —dijo Yami, ahora preocupada. Este tipo está loco, me secuestró un maldito loco… pensó. ¿Y ahora que se supone que haga?
Mitca llegó hasta su motocicleta, así que puso a Yami en el suelo. Le dedicó una fría mirada, como de advertencia.
—No intentes escaparte, porque no te servirá de nada y sólo conseguirás hacerme enojar. No me quieres ver enojado, así que sé buena niña y súbete a la moto —dijo Mitca, como si se estuviera dirigiendo a una niña pequeña que entendía apenas las palabras adultas, y eso era lo que más sacaba a Yami de sus casillas.
La chica, más ofendida que nunca, apretó los puños a sus costados.
—Escúchame bien, estúpido loco, ya tengo suficiente con que mis hermanos y mi padre me traten como niña. ¡Un niño de once años me trata como niña! Así que no voy a permitir que tú también lo hagas, si me vas a secuestrar, secuéstrame como a una adulta.
Mitca la miró, echando chispas, y no pudo hacer otra cosa más que doblarse de risa. Las carcajadas salían sin parar. Yami aprovechó el hecho de que Mitca estuviera distraído, entonces se alejó unos pasos caminando hacia atrás y luego salió corriendo a toda velocidad.
Mitca se dio cuenta de esto, pero no intentó alcanzarla en seguida. Sólo negó con la cabeza y puso los ojos en blanco.
—Está bien, si tú lo quieres hacer divertido… —susurró Mitca cuando perdió de vista a Yami. Ya había captado su esencia, así que ahora no importaba si ella estaba en Japón, el sabría localizarla…

Yami corría rápido. En menos de cinco minutos había llegado a su casa. Tocó la puerta y el timbre frenéticamente.
—¡Ábranme, rápido!
Alarmados, Ethan y Ricky le abrieron a su hermana, quien entró a la casa con la respiración agitada.
—¿Qué te pasó? —preguntó Ricky.
—Ese tipo… —los jadeos casi no le permitían a Yami hablar—… me quería… secuestrar…
—Y como siempre, tú le hiciste las cosas más fáciles siendo una estúpida y yéndote con él ¿no? —dijo Ethan, enojado.
—¡Yo no lo sabía! —gritó Yami, ahora con el aliento totalmente recuperado.
—¡Claro, tú nunca sabes nada! —le contestó Ethan, alzando la voz en un tono muy sarcástico.
Yami se sintió herida entonces. Ethan casi nunca le levantaba la voz, y le afectaba, aunque no quisiera admitirlo. Estaba a punto de echarse a llorar cuando la puerta se abrió de golpe, azotándose contra la pared.
Apareció Mitca, con las manos en los bolsillos del pantalón, unos lentes oscuros puestos y un cigarrillo en la boca. La viva imagen de la despreocupación.
—¡¿Pero qué ocurre con este tipo?! —gritó Ricky asustado, escondiéndose detrás de su hermana, ya que, a fin de cuentas, sólo tenía once y seguía siendo un niño.
No hubo respuesta por parte de nadie, y en cuestión de segundos, Mitca ya había tomado a Yami y la había sacado de la casa.
—¡Yami! —escuchó que sus hermanos gritaban, pero no podía hacer nada, estaba inmovilizada de manos y piernas. La habían atado y no se había dado cuenta.
Mitca se sentó en la moto y se puso a la chica sobre las piernas, barrándola con los brazos a cada lado de ella para evitar que se cayera. Botó el cigarrillo, encendió la moto y empezó a andar, sin decir una palabra.
—¡Hey, déjame! —gritó Yami mirando el rostro serio de Mitca, sacudiéndose y logrando con esto que la moto se tambaleara.
—¡Mira el entorno! —gritó Mitca, para que Yami pudiera escucharlo a través del ruido del aire.
Y así lo hizo. Yami miró a su alrededor y vio que la motocicleta estaba volando. ¡Volando!
—¡¿Quieres seguirte tambaleando a esta altura?! —preguntó Mitca, con una sonrisa.
Yami palideció. Como pudo, aferró la camisa de Mitca con sus manos atadas y luego se echó a llorar.
—¡No me hagas nada! ¡Dime que esto es un sueño, por favor! —sollozaba Yami, sintiendo que le faltaba el aire.
Mitca sólo se reía.
—¡Este es mi trabajo, niña! ¡Lo siento mucho, pero no estás soñando!
—¡¿Cómo puede volar esta cosa?! ¡Esto tiene que ser un sueño, una pesadilla! —gritó Yami, aún entre sollozos.
Mitca se carcajeó, pero no dijo nada más mientras volaban. Yami siguió llorando y gritando que todo era sólo una pesadilla, tratando de convencerse a sí misma...

Aún era de noche cuando llegaron al aeropuerto internacional de Los Ángeles. Mitca estacionó la moto entre los autos y la apagó. Yami, en algún momento del viaje por los cielos se había quedado dormida.
—Se durmió en clase de historia, eso lo entiendo —murmuró Mitca mientras le desataba los pies y las manos para aparentar la mayor normalidad posible mientras entraban al aeropuerto—, pero que se duerma mientras está siendo secuestrada…
Pasó entre la gente del aeropuerto captando muchas miradas, pues llevaba una chica dormida en brazos, la chica tenía puesto un uniforme escolar y no llevaba maletas, sólo una mochila.
—Dos boletos para Roma —le dijo Mitca a la encargada una vez que estuvo en frente de ella.
—¿Vuelo redondo? —preguntó esta.
—No, sólo de ida —contestó Mitca.

Cuando Yami despertó estaba sentada en posición incómoda sobre un asiento de avión de clase turista.
—¿Dónde estoy? —murmuró con pereza, mientras su vista se adaptaba a la luminosidad del lugar. Cuando se dio cuenta de que estaba en un avión regresó a ella el recuerdo de la noche anterior, así que giró su vista en busca de Mitca. No estaba.
A su lado izquierdo estaba sentada una abuelita leyendo un libro. Yami se inclinó hacia ella y llamó su atención.
—Disculpe, señora… —dijo en voz baja.
La mujer alzó la vista y se encontró con los ojos color miel de Yami mirándola con atención, entonces sonrió y le acarició una mejilla.
—Ya despertaste, querida. Me imagino por lo que han pasado, debe haber sido algo muy difícil para ambos —dijo la abuelita en tono maternal.
Yami la miró confundida y tuvo que preguntar:
—¿De qué habla?
—Oh, cierto. Tú a mí no me conoces —se rió bajito—. He estado platicando con tu novio mientras tú dormías, cielo. Me contó que se están escapando a Roma para vivir su amor. ¡Qué romántico! En mis tiempos…
—¡¿Roma?! —gritó Yami, interrumpiendo a la señora, quien se quedó perpleja.
Mitca apareció en ese momento.
—Amor, veo que finalmente has despertado —dijo este, en un tono muy alegre, mientras se acomodaba junto a Yami, interponiéndose entre ella y la señora.
—¡Qué amor ni qué nada! ¿Cómo que me llevas a Roma? —dijo Yami, empezando a hiperventilar.
—¡Pero si siempre ha sido nuestro sueño irnos a vivir a Roma! —dijo Mitca, con una sonrisa.
La señora los miraba confundida, empezaba a sospechar algo y Mitca pudo sentirlo, así que se inclinó hacia Yami y le susurró en el oído.
—Si no quieres que te mate y mate a todos los pasajeros del avión, será mejor que me sigas el juego. ¿Entiendes?
Yami estaba lejos de entender la gravedad del asunto en el que estaba metida.
—¡Yo no entiendo nada! ¡Yo a Roma…! —“¡Yo a Roma no me voy!” quiso decir Yami, pero fue acallada por los labios de Mitca, que la besó en ese momento.
La señora entonces dejó de lado sus sospechas y se echó a reír bajito, mientras desviaba la vista hacia su libro para darles privacidad y murmuraba “Oh, el amor de los jóvenes”.
Yami se alejó de Mitca, enojada, e intentó darle una bofetada, pero él atrapó su mano antes de que pudiera siquiera tomar impulso.
—Necesito que cooperes —le dijo el chico en voz baja, mirando con seriedad asesina a la sonrojada cara de Yami.
—¿Y qué tiene que ver mi cooperación con que me beses? —preguntó esta, aún sin recuperar el aliento del todo.
—Si no te besaba gritarías —dijo él, encogiéndose de hombros.
—¿Cómo no voy a gritar si me estás llevando a Roma? Ahora que lo pienso… ¿Cómo diablos conseguiste meterme en un avión? —preguntó Yami, ahora sin gritar, aunque aún enojada.
—Estabas dormida, y no estás tan pesada que digamos… Te cargué, por supuesto.
—¿Y los papeles? ¿Cómo me pasaste en el aeropuerto?
—Pasaportes falsos, todo ha sido arreglado —contestó Mitca.
—¿Y la moto voladora?
—No voy a cruzar el océano en moto, no inventes —dijo el chico, mirando a Yami con cara de “¿Eres estúpida?”.
Yami lo miró entrecerrando los ojos con furia. Sólo se sentía furibunda, pero no se había puesto a pensar aún en la seriedad del asunto, hasta ese momento…
Estoy siendo secuestrada por un loco que puede hacer volar motocicletas, me está llevando a Roma, no tengo cómo escapar de aquí, no tengo dinero, nunca he estado en Roma… ¿Qué voy a hacer?
Pronto, al pensar en todo eso, el vacío en el estómago llamado miedo se hizo presenta en ella y los ojos se le humedecieron, pero no dijo nada, sólo miró hacia la ventanilla del avión en silencio, mientras las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos.
Mitca estaba ansioso, pues no podía fumar en el avión. Miró un segundo a la chica que venía con él, la cual por primera vez, sin estar dormida, estaba callada y tranquila.
—Hey… ¿Te ocurre algo? —le preguntó para distraerse con la plática, a falta de algo más que hacer.
Yami negó con la cabeza, sin voltearlo a ver. No quería que la viera llorando de una manera tan patética. Pero él se dio cuenta de todas maneras y cruelmente se echó a reír.
—¿Qué pasa? ¿La realidad ya te alcanzó? —le preguntó bajito, susurrándole al oído de la manera en la que sólo los monstruos de pesadilla lo sabían hacer.
—Jamás voy a volver a casa ¿verdad? —preguntó Yami con seriedad, girando la cabeza para mirar a Mitca.
Él se quedó perplejo al ver los grandes ojos de la chica que, a pesar de estar llenos de lágrimas, mostraban una resignación tremenda.
Se aclaró la garganta y se encogió de hombros.
—No sé de qué se trate o para qué te quieran, yo sólo acato órdenes —dijo Mitca, desviando la mirada hacia el frente, ahora menos divertido que antes.
Yami respiró profundo y se limpió las lágrimas de los ojos.
—Pero si yo no he hecho nada… Creo que he hecho demasiado poco, a los dieciséis años casi no se ha vivido ¿sabes?
Mitca se echó a reír amargamente.
—Yo a los dieciséis años ya había vivido más de la cuenta. ¿Ves esta marca? —Mitca se jaló el cuello de la camisa hacia abajo, por la parte de la espalda, y le mostró a Yami algo que parecía ser el tatuaje de una ala que iba desde parte de su cuello hasta su columna, justo en la mitad de su espalda.
—¿Qué significa? —preguntó la chica, intrigada.
—Significa que estoy atado a servir a Lucifer. Te dije que Evans es un muy antiguo familiar mío. Él hizo un pacto demoniaco con el mismísimo Lucifer. Ese abuelo no vendió su alma por miedo a irse al infierno, pero condenó a su descendencia a servirle al diablo por siglos, hasta que la deuda estuviera saldada. Aún en la actualidad no se salda la deuda… o quizá sí. El diablo es muy tramposo y puede que simplemente haya condenado eternamente a la familia, ya que no especificó nada en el contrato —Mitca sonrió maliciosamente al ver la cara de Yami—. ¿Y tú? ¿Qué hizo tu familia para merecer esto?
—No lo sé… —dijo Yami, confundida—. Pero ¿entonces tú estás condenado a servir al diablo por el resto de tu vida?
—O hasta que se salde la deuda —dijo Mitca, soltándose el cuello de la camisa y volviendo a recostarse en el asiento—, pero me gusta lo que hago. Es emocionante…
—¿Fue emocionante secuestrarme? —preguntó Yami, levantando una ceja con escepticismo.
—La verdad no, he hecho mejores cosas… Pero supongo que me encargaron un trabajo tan fácil porque es importante, si no podían habérselo dejado a alguien más.
—¿O sea que hay más como tú? —preguntó Yami sorprendida.
—Toda mi familia y quien sabe cuántas familias más.
Yami suspiró y volvió a mirar el cielo a través de la ventanilla, sintiéndose vacía.
—¿Sabes? Me siento como una niña, a pesar de que todo el tiempo me quejo para que no me llamen de esa manera. Intentaré ver esto del lado positivo, supongo que a pesar de ser aterrador me dará experiencias nuevas —dijo la chica, si no alegremente, al menos no tan triste.
—Estás loca… —dijo Mitca al escucharla—. Para alguien como tú… No durarías ni un solo día haciendo un trabajo como el mío.
Yami lo miró, sintiéndose ofendida.
—Ni que quiera hacerlo. ¿No sientes remordimiento por lo que haces?
—No —contestó Mitca automáticamente. Había sido entrenado toda su vida para no sentir remordimientos por sus malas acciones, atormentado desde chico por auras demoniacas, por su propia familia condenada. Al menos el maldito bastardo de Evans la pasó en grande, seguramente… pensó Mitca, con una diversión amarga.
—¿Y no puedes negarte —preguntó Yami, después de guardar silencio por varios minutos—? ¿No puedes evitar hacer lo que haces, jamás has deseado ser alguien especial por ser quien eres y no por lo que estás obligado a hacer?
Mitca la observó sorprendido entonces. Lo cierto era que él jamás se había puesto a pensar en eso, pues su trabajo no era pensar, sino actuar. Las palabras de esa chica lo hicieron entonces llenarse de dudas, era la primera vez que le hablaban de esa manera, pues su grupo de conocidos de reducía a gente que era igual a él. Aunque no tan geniales como yo…
El chico de pronto se sintió tan vacío como ella en esos momentos. ¿Y si estoy desperdiciando mi vida? Se preguntó.
Le gustaba lo que hacía, sin embargo nunca había intentado ser diferente, ser él…
Sacudió la cabeza y se sacó de la mente esos pensamientos inservibles. Ni que quiera ser como un humano corriente, con una vida tan aburrida como la de esta chica…
La chica que casi no ha vivido…
Mitca pretendió no pensar más, y ni siquiera contestó la pregunta de Yami, quien había vuelto a mirar a través de la ventanilla de manera ausente, pero la semilla de la duda que Yami acababa de implantar en su cerebro —que alguien por primera vez había implantado en su cerebro—, empezaba a crecer…
¿Qué pasaría si…?




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continuará...

2 comentarios:

Alba Gómez Rodríguez dijo...

Primero decir lo más importante: me encanta!!!

Mitca se ha convertido desde ya en uno de mis ídolos, es tan adorable. n.n

En cuanto a Yami, madre mía, lo de la clase de historia que gracia me hizo cuando se despierta toda despistada xD

Y que decir cuando van en la moto por el firmamento y se queda dormida, eso no puede se normal... xD

Me moló mucho, cuando llega Mitca a su casa, cuando ella se escapa, con gafas de sol, un cigarrillo en la boca, todo chulo, y en cuestión de segundos ya se la está llevando... jejeje

Está bien que las dudas que tiene Mitca a cerca de si su trabajo está bien o está mal le surjan, pero bueno, ¿qué otra alternativa tiene?

Esto último, lo de las dudas me recordó a la "crisis existencial" que tuvo "Traint"(Black Cat) en "Black Cat" xD Como dudando de todo lo que había aceptado hasta entonces, y veo venir que la decisión tomada será parecida a la de Traint n.n

Y bueno, el capítulo es tan largo que seguro que se me queda por comentar algo... xD

Hoy no sigo leyendo que se me hace tarde, a ver mañana, de todas formas te tengo en mis favoritos para acordarme ;)

Saludos!

Ale Gorriz dijo...

Hola! primero que nada, muchísmas gracias por tus hermosos comentarios y perdón por la demora en responder, es que estoy sin ordenador por el momento D:
Y bueno, segundo, sí, es una historia que combina un poco de todo (o al menos hace el intento xD)

Un beso enorme, y muchas gracias de nuevo, por tus dos comentarios y por los ánimos ^-^

ciao!!


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