sábado, 28 de mayo de 2011

Capítulo 5.- Huyendo del destino

Huyendo del destino

Después de escuchar por completo el cuento de Yami, Mike sólo pudo mirarla con escepticismo.
—¿Me crees estúpido o eres tú la tonta? ¿De verdad estás esperando que te crea? —dijo Mike, con los brazos cruzados sobre el pecho.
—Típico —susurró Mitca, sin meterse en la conversación. Ya se encargaría después del molesto chico.
—¡Es verdad, me buscan los demonios! ¿Para qué te diría algo así en broma cuando estamos en una situación como esta? —alegó Yami.
—Es imposible. Ese tipo de cosas no existen…
—¡Ah! —Yami se dejó caer en el asiento, con los brazos sobre el pecho, el ceño fruncido y un puchero en los labios, sintiéndose frustrada.
—La drogaste ¿verdad? —le dijo Mike a Mitca, conteniéndose de gritarle con furia.
Al escuchar a Mike, Mitca lo único que pudo —y quiso—hacer fue sonreír maliciosamente para provocar malos entendidos y enojo en el chico.
A pesar de que ya había empezado a redimirse, había muchas cosas en su actitud malvada que Mitca no pensaba cambiar nunca, y entre esas cosas estaba justamente provocar temor y molestias a otros, y divertirse a costa de eso. De cualquier modo, eran sólo pequeñas bromas, según él.
—No me drogó —dijo Yami, tallándose la cara hacia abajo con cansancio.
—Con sólo ver esa cara te puedes dar cuenta de que es bastante capaz de hacerlo, y no sólo es capaz: lo hizo.
—No niego que sea capaz, pero no lo hizo, Mike. Te estoy diciendo la verdad.
—Mira, Yami, es posible que te crea que volaste en moto, que estuviste en el infierno y que quien te quería matar era un demonio, todo lo creo si estás hablando metafóricamente, pero si lo dices literal, no te creo nada, al menos no sin pruebas físicas y contundentes —sentenció Mike.
—OK ¿entonces lo que pides son pruebas? Te las daré, sólo espera y verás que tarde o temprano va a pasar algo sobrenatural —dijo Yami con convicción—, pero cuando eso ocurra te vas a convertir en mi esclavo personal para compensarme el hecho de no haberme creído desde el principio.
Mike observó a Yami con ojos entrecerrados, receloso y no muy convencido.
—De acuerdo, pero si no ocurre nada durante esta semana como mínimo, entonces serás tú quien se convierta en mi esclava ¿estamos? —respondió el chico después de pensarlo un momento.
—Hecho —dijo Yami, mientras extendía el meñique de su mano derecha hacia Mike—. Ahora júralo por la garrita.
Entonces Mike también extendió su meñique y lo enganchó con el de la chica, al tiempo que decía:
—Lo juro en el nombre de la garrita.
Y tres segundos después de lo que había significado uno de los mayores compromisos, entre Mike y Yami, cuando de amistad se hablaba —el hecho de jurar por “la garrita”, como en la película Tierra de osos—, lo único que se podía escuchar eran las estrepitosas carcajadas de Mitca.
—Por… ¡Por la garrita —tartamudeó, sin poder contener la risa—¡ ¡Qué juramento más estúpido!
Mike y Yami lo observaron enojados —y los pasajeros del avión sorprendidos—, pero después de mirarse entre sí, ambos, en su pensamiento, concordaron en que era mejor ignorarlo.
—¿No hubiera sido mejor jurar como lo hacen los niños perdidos? ¿Eh? ¿Eh? —dijo Mitca, burlándose mientras codeaba a Yami en las costillas, cosa que hizo que a Yami se le escapara una sonrisa sin querer.
—De ninguna manera, la garrita es sagrada —respondió ella, empujando a Mitca, para que dejara de picarle las costillas.
—Como sea… —dijo Mitca suspirando, después de haberse reído un poco más, cerrando los ojos nuevamente.
Yami no pudo evitar el quedarse con una sonrisa en la cara. Empezaba a gustarle ver a Mitca reírse, era muy contagioso, como ver a un niñito. Todo lo sombrío de él desaparecía cuando de echaba a reír de esa manera.
—Bueno, entonces ¿qué hay de ese reproductor que dijiste que tenía todas mis canciones favoritas…?

El cielo estaba despejado en Berlín, sin embargo el ambiente era fresco a pesar de estar en verano. Yami tenía puestos los pantalones de mezclilla que le había prestado Ashley, y la chamarra de cuero que Mitca le había entregado, cerrada hasta el cuello, pero aún así sentía un poco de frío. Le parecía increíble ver a caminar a todas la demás personas con ropa tan ligera.
Sin embargo, Yami no era la única que sufría el ajuste climático del calor californiano a las frías mañanas veraniegas de Berlín, Mike también tenía uno que otro escalofrío. Él único que parecía indiferente al ligero frío era Mitca, aunque se había dejado puesta la chamarra por la protección anti-rastreo.
—Ya estamos aquí ¿ahora qué? —preguntó Mike dirigiéndose a Mitca, pero el aludido lo ignoró por completo y tan sólo siguió caminando.
Mike refunfuñó disgustado ante la indiferencia de Mitca. Este tipo me saca de mis casillas...
—¿Qué hacemos aquí, Mitca? —tuvo que preguntar Yami, a quien ya le empezaba a molestar cada vez menos el frío gracias a que las zancadas que daban los otros dos chicos con los que venía, mucho más altos que ella, la tenían prácticamente corriendo (un hecho del cual Mitca fingía no percatarse, aunque en realidad sí se daba cuenta y se divertía internamente al presenciarlo).
—Estamos buscando a Eva —respondió él—. La última vez que la vi en el desierto capté su esencia para no perderle el rastro en caso de necesitarla, como ahora —dijo, aunque en realidad ya no servía demasiado, pues todos y cada uno de sus poderes infernales se estaban debilitando hasta desaparecer. Pronto sería, como a los catorce, un ser humano extremadamente ágil y astuto, pero un ser humano al fin y al cabo.
—¿Y está cerca? —preguntó Yami. Empezaba a cansarse de ir a ese paso tan rápido.
—Sí —respondió Mitca, sintiendo la esencia cada vez más débil, pero cercana. Creyó finalmente localizarla en una tienda, en un local que decía Reiseziel, que quería decir “Destino” en alemán.
—Espera aquí afuera —le dijo a Yami, volviendo a ignorar por completo a Mike.
—Me empiezo a cansar de este tipo, en serio —se quejó Mike.
—No te preocupes, tarde o temprano te acostumbras. Te lo dice quien ya lo vivió —le dijo Yami, dándole unas palmadas en la espalda a su amigo.
—No creo querer acostumbrarme…

El interior del establecimiento era como el de cualquier tienda de artículos de brujería, pero si había algo con lo que cada uno de los East había nacido y que ni el diablo podía quitarles, era su habilidad de sentir y ver poderes, espíritus y demás cosas sobrenaturales, fuesen divinas o demoniacas, y en aquel lugar, Mitca sentía un hedor a demonio penetrante. Se adentró por pasillos que formaban estantes con un montón de cosas que ni se molestó en voltear a ver. Había muchos demonios que vendían ese tipo de cosas, que robaban energía de quien lo usara, y muchas veces les servía de alimento.
Eva, la llamó Mitca en sus pensamientos, pues sabía que leía mentes, pero luego recordó que eso sólo le era posible cuando la víctima estaba en un estado de extremo cansancio o dormida.
—Eva —tuvo que llamarla en voz alta. No hubo respuesta.
Tragó saliva —o al menos intentó, porque tenía la boca seca—y empezó a adentrarse más en la tienda, escuchando a cada paso rechinar las tablas del suelo.
Mitca temía que ya estuvieran buscándolo los demonios. Lucifer no era nada piadoso, y nada paciente…
De pronto escuchó un rechinido que no había provocado él e inmediatamente se giró, pues lo había escuchado detrás, pero no vio a nadie, sin embargo, al bajar la vista vio en el suelo a un pequeño lémur de especia Mirza.
Mitca suspiró aliviado al ver los ojos rojos del animal. Se agachó para ofrecerle el brazo y así el monito pudiera subir a su hombro.
—Cedar, me has puesto los nervios de punta. ¿Dónde está Eva? —preguntó Mitca.
Los ojos del lémur se humedecieron mientras negaba con su pequeña cabeza.
—¿Pasó algo malo? —preguntó Mitca, ahora preocupado.
—¡Un cliente! —dijo de pronto una voz chillona con acento alemán.
Mitca se dio la vuelta y se encontró con un hombre enano, con piel blanca y ojos grises.
—En realidad estoy buscando a mi amiga. Es alta, pelo negro, ojos verdes, guapa… Pensé que estaba aquí. ¿No la ha visto?
—¡Oh! Pero si es la chica que está haciendo negocios conmigo. Sí, sí, está en la trastienda —dijo el enano entusiasta mientras en su cara se dibujaba una sonrisa amable, pero que a Mitca se le antojó diabólica.
—¿Y tardará mucho? —preguntó Mitca, temiendo por Eva. Si la tocó, juro que lo voy a…
—Sí, un poco, pero si gustas puedes venir conmigo y acompañarnos con una taza de café.
No confiaba en él, pero de todas maneras asintió y siguió al enano a la trastienda por un estrecho pasillo que se hacía cada vez más oscuro. Cedar no dejaba de temblarle sobre el hombro.
—Tranquilízate —le susurró.
Finalmente llegaron a un cuarto, que era tan oscuro como la boca de un lobo. Mitca apenas lograba divisar la silueta del enano, pues ya no tenía el poder de ver en la oscuridad.
—Oye, aquí no se ve nada —dijo, y en ese momento una puerta se cerró azotándose.
—¡Mitca! —escuchó gritar a Eva.
En la oscuridad, ya lo único que se podía ver eran los ojos grises del enano, que pronto se convirtieron en unos más grandes y de color ámbar.
—No te preocupes, será mejor que no veas nada —dijo la voz del enano.

Fuera del local, Mike y Yami empezaban a impacientarse.
—Creo que deberíamos entrar —dijo Yami repentinamente.
—Él dijo que esperaras aquí…
De pronto, de la tienda salió el lémur de ojos rojos.
—¿Cedar? —dijo Yami, frunciendo el entrecejo. El monito asintió y empezó a saltar, desesperado—. No te entiendo nada ¿por qué no te transformas?
Mike miró confundido como Yami le hablaba al monito, y como este negaba con la cabeza y señalaba dentro del local frenéticamente. Yami empezó a preocuparse.
—Creo que hay problemas —dijo ella.
—Es un lémur —dijo Mike, con cara de sarcasmo.
—En realidad en un demonio polimórfico, es decir, cambia su apariencia, pero parece que no puede transformarse, y creo que quiere que entremos.
—Yami, estás loca.
—Mira, si no quieres venir está bien. Sólo espera aquí ¿de acuerdo?
Mike suspiró y negó con la cabeza.
—Mejor tú quédate aquí. Yo entraré.
Entonces el chico entró al local, y vio cómo el monito se adelantaba, así que empezó a seguirlo.
—Demonios, esencias… Sí, claro… —murmuró Mike.
Siguió a Cedar por el pasillo por el que había caminado Mitca hacía sólo unos minutos, y se topó con una puerta cerrada.
El monito subió por su pierna y le señaló la puerta. Mike se sorprendió al notar lo que quería. ¿Me está dando a entender que abra la puerta?
Entonces Mike bajó la manija de la puerta y se encontró con Mitca atado en una silla, y a una mujer hermosa, que en su vida había visto, inmovilizada por lo que se parecía a una camisa de fuerza hecha de acero.
—¡¿Qué demonios…?! —gritó Mike.
Entonces el enano, que respondía al nombre de Cliff, apareció en frente de Mike, habiendo ya tomado su forma original, con piel negra y correosa, protuberancias como cuernos que salían de su frente y sus hombros y ojos ambarinos.
Cliff estaba a punto de atacar a Mike, pero a su nariz llegó el olor de algo muy interesante…
Este tipo no es normal, fue lo que pensó Cliff al olfatear mejor a Mike, así que prefirió retenerse y justo en ese momento olfateó algo mucho más débil, algo que acababa de entrar a la tienda…

Yami acababa de dar unos pasos en el interior del lugar cuando algo impactó contra ella y la hizo caer al suelo.
“Yami” gritaron Mitca y Mike al unísono desde la habitación.
—Desátame. ¡Ya! —ordenó Mitca, al ver las intenciones de Mike en su cara, de correr a rescatar a su amiga—. No podrás contra él…
—Así que esta es la chica que ha pedido mi señor —susurró Cliff, sacando su lengua larga como serpiente y pasándola por el cuello de Yami.
—¡Ah! ¡Qué asco! ¡Iugh, iugh, iugh! —gritó la chica, al ver y sentir lo que le había caído encima.
Una vez desatado, Mitca corrió a auxiliar a Yami, con Mike pisándole los talones. Sacó la pistola que traía en el bolsillo de la chamarra y le disparó al demonio en la parte trasera del hombro.
Cliff soltó un gemido de dolor y cayó a un lado, así finalmente Yami pudo levantarse y correr hasta Mike, sólo para poder limpiarse el cuello babeado por el demonio en la camisa de su amigo.
—Qué asco… —dijo Mike, con cara de disgusto, pero no le impidió que lo hiciera.
—¿Quién te ordenó capturar a Eva? —le preguntó Mitca al demonio, asiéndolo por el cuello, pero Cliff no dijo nada—. ¡Respóndeme, maldito pedazo de mierda, antes de que te vuele los sesos! —gritó, amenazándolo con la pistola.
—¡El Grigori! —respondió entonces el demonio—. Se anda corriendo la voz de que se da una buena recompensa a quien le entregue a la chica. También se está buscando a un sirviente de Lucifer que lo ha traicionado, o sea tú —dijo Cliff sonriendo diabólicamente—. Pero a ti sólo te van a matar por diversión… —y esas fueron las última palabras del enano, porque en ese momento Mitca jaló del gatillo del arma.
Yami había observado toda la escena y ahora corría miedo por todo su cuerpo, mientras que en su mente se enfrentaban dos imágenes contradictorias.
El Mitca irritante, gracioso y protector, y el sombrío, amenazador y asesino…
Después de haber matado al demonio, Mitca volvió a la habitación trasera, y le quitó a Eva el metal que la inmovilizaba con una llave que estaba colgada de la pared, justo a su lado.
—¿Estás bien? ¿Te hizo algo? —le preguntó Mitca preocupado.
Cedar también estaba ahí, aferrándole un tobillo entre sus pequeños brazos de lémur.
—Estoy bien —dijo Eva, agachándose para recoger a Cedar y hurgando entre el pelaje de una de sus patitas.
Tenía puesto un brazalete cerrado permanentemente. Cuando hacía sus trueques y servicios, Eva solía llevar a Cedar transformado en un animal, como un cotorro  un monito. Esta vez Cliff, con quien había hecho trueques con anterioridad, le había puesto a Cedar el brazalete, entregándolo como un regalo. No se dio cuenta, hasta que intentó quitárselo, de que en realidad era un sellador de sus poderes.
—Tiene duración de tres días. Lo siento Cedar, tendrás que quedarte así hasta que desaparezca —dijo Eva, acariciándole la cabeza al lémur, quien sólo se pudo quejar moviendo los brazos y profiriendo sonidos propios de su especie.
Eva no pudo evitar echarse a reír al verlo, acción por la cual Cedar subió hasta su cabellera y la despeinó en venganza.
—Se nota que se llevan bien —dijo Mitca con tono serio, aunque divertido en el fondo—. Ya vámonos, antes de que llegue alguien más, o algo más…
Regresaron entonces a donde se encontraban los otros dos chicos.
Mike estaba estupefacto, aún observando el cuerpo inmóvil del demonio en el suelo, con la boca tan abierta que una mosca podría haber entrado y salido, y él ni se hubiera dado cuenta. Y Yami, por su parte, estaba viendo la calle a través de la puerta de vidrio de la tienda, con mirada ausente, muy tranquila y callada. Mitca se acercó a ella.
—Hey ¿estás bien? —le preguntó, poniéndole una mano sobre el hombro.
Yami, al darse cuenta, en seguida se alejó de él, impidiéndole tocarla.
—S… sí, estoy bien —dijo, rehuyendo la mirada de Mitca, quien sólo se quedó confundido ante aquella acción.
—Hm… ¿OK? —dijo, y se alejó de ella—. Entonces, si no hay nada más que hacer aquí, será mejor que ya nos larguemos…

—¿Así que ahora tú pretendes que te ayude a descubrir una manera de que la chiquilla pueda saldar su deuda sin morir ni vender su alma? —dijo Eva, mientras cenaban en un bar, después de haber escuchado con detalle por todo lo que Mitca había pasado: desde el incidente con los demonios en el desierto, su charla con Lucifer, la pérdida de sus poderes, cómo se les había sumado Mike al grupo y sus razones para querer salvar a Yami.
—Exacto —respondió Mitca, metiéndose un enorme trozo de carne a la boca. Sus poderes infernales le hacían necesitar menos alimento y sueño, pero sin ellos volvía a ser el mismo glotón de su infancia y pubertad, aquel que Eva conocía muy bien, pero al cual casi había olvidado.
—¿Y qué vas a hacer para salvar tu propio trasero? —preguntó Eva, mientras disimuladamente pasaba comida desde su plato a su bolso, donde Cedar se escondía.
—Eso es lo que menos importa ahora, yo me sé cuidar sólo —dijo Mitca, poniendo los ojos en blanco—, lo que quiero es que mi buena acción valga lo suficiente para abrirme la puertas del cielo. Sería horrible irme al infierno cuando muera, sobre todo habiendo traicionado a Lucifer. Además, tu sabes que mis intenciones desde siempre han sido jamás parar ahí al morir, por eso no he vendido mi alma. Imagínate lo que sería sufrir por la eternidad… —dijo sin pensar, pero al notar la cara que puso Eva se quedó callado—. Lo siento, lo olvidé…
Eva había vendido su alma…
Ella sólo cerró los ojos y suspiró. De nada sirve arrepentirte ahora, Lucy, ya no, pensó para sí misma, y recuperó la compostura de su rostro.
—No te preocupes. De cualquier manera ya nada será tan fácil de ahora en adelante, ni para ti ni para mí. Saben de nuestras relaciones y ahora el infierno también me empieza a ocultar información. Ya nada es tan sencillo, Mitca. Recuerda tan sólo lo que pasó hoy con Cliff…
—Ya encontraremos la manera de resolverlo todo —la interrumpió Mitca—, pero te necesito. Eres de las predilectas de Lilith, eso te convierte en alguien poderosa. Sólo hay que descubrir de qué se trata toda esta deuda y resolverla. De mí me encargo yo mismo —dijo, tomándole la mano a Eva a través de la mesa como un acto reflejo, sin embargo esa acción no le pasó desapercibida ni a Eva ni a Yami.
Eva respiró profundamente, tratando de mostrarse fría, aunque era difícil… Terminó por asentir. Mitca sonrió entonces y levantó el puño en el aire como festejo.
—De acuerdo, ahora estoy de buenas, así que quiero una cerveza —dijo.
Mike y Yami, por su parte, habían permanecido callados desde lo de Cliff, escuchando a Mitca y a Eva hablar de la parte del mundo que ellos desconocían, pero un mundo al que ambos estaban atados desde que habían nacido…
—Yo también quiero una cerveza —dijo Yami de repente, logrando que todos la miraran un poco escépticos.
—Tú no bebes —dijo Mike, casi sonando como si fuera su padre.
—Siempre se empieza por algo —respondió la chica.
—De ninguna manera… —empezó a regañarla Mike, pero Mitca lo interrumpió.
—Está bien. Tienes razón, siempre se empieza por algo: por la necesidad. ¡Mesero, dos cervezas!
—Que sean tres —dijo Eva.
—Yami ¿es en serio? —le preguntó Mike, mirando con cara de preocupación a su amiga, quien sólo asintió en respuesta.
—Déjala, de cualquier manera es lo único que deberíamos hacer hoy. Olvidarnos de nuestros problemas por un rato… Ya mañana nos encargaremos de la realidad —dijo Mitca, mirando a Yami con media sonrisa.
Ella, en su mente, también tenía sus propios problemas. Ya no sabía de qué prefería olvidarse con más ganas: ¿De la parte asesina de Mitca? ¿De haberlo visto tomarle la mano a Eva con dulzura (una dulzura mínima, pero la única que había visto en él jamás)? ¿De que él era de hecho su única esperanza?
¿O de la absurda manera en que se sentía cada vez que lo miraba…?
Quizá estaba confundida porque él era su rescatador, quien la estaba protegiendo. En realidad no se había sentido atraída jamás hacia ningún chico en toda su vida, siempre había pensado en los hombres como criaturas sucias e irritantes, y Mitca no era la excepción… ¿pero entonces qué diablos era eso que sentía en el estómago cada vez que él se dignaba a mirarla?
Las cervezas llegaron y Mitca ofreció un brindis.
—Por nuestras deudas, y porque quienes nos metieron en ellas se pudran.
“Salud” dijeron todos, menos Mike, quien tan sólo estaba preocupado por Yami.
Todos le dieron un trago a su cerveza, menos Yami. Ella se la bebió toda de un jalón.
—Otra —dijo la chica después de toser un poco, dejando la botella vacía de nuevo en la mesa. Empezaba a sentir la agradable neblina del alcohol subirle a la mente.
—Parece que alguien quiere olvidarse de algo, o quizá… ¿de alguien? —dijo Mitca, mirándola con suspicacia—. No te preocupes, que hay suficiente Mitca para todas…
—Idiota —dijo Yami, dándole un codazo en el hombro.
Él se echó a reír. Ella en realidad le caía muy bien, le encantaba hacerla enojar. Es tan divertido… Pero más allá de eso, y más allá de aquello que pudiera confesar, sentía la necesidad de protegerla. Ahora lo veía todo de manera distinta, pero más clara. Era como si se identificara con ella. Yami era tan sólo una niña en el alma, inocente, y no quería verla pasar por la misma injusticia que él había pasado. Pagar por algo que no has hecho tú, que injusta es esta mierda a la que llaman vida…
—Dos más —le dijo al mesero, mostrándole las botellas de cerveza vacías, luego miró a Yami y le acarició el cabello, sonriendo de una manera que hizo que a Yami y a Eva, incluso estando la primera medio atontada, el corazón se les detuviera por tres segundos enteros—. Bebe todo lo que quieras hoy, Yami. Esta noche invito yo…

Eran las doce de la noche en Berlín cuando Mitca, Yami, Mike, Eva y Cedar abandonaron el restaurant-bar en el que habían cenado —por no decir que los corrieron—, ya que Mitca y Yami se habían puesto borrachos y empezaban a hacer un escándalo.
Ahora los cinco caminaban por las calles oscuras… o debería decirse los dos, porque Cedar iba en la mano de Eva, y Mitca y Yami más bien se tambaleaban de un lado a otro, ella abrazándole la cintura con un brazo mientras que él la sujetaba por los hombros. Iban cantando la canción “Happy Together” de Turtles, mientras hipeaban y desafinaban. Lo único que podían hacer Eva, Mike y Cedar, era observar.
A Eva y Mike no les hacía mucha gracia que estuvieran tan juntos, pero Cedar estaba divertidísimo viendo la escena. El lémur hubiera deseado tener una cámara para grabar el momento y enseñárselo a Yami después, para burlarse de ella.
—¡Y la mejor parte! —gritó Mitca, justo antes de que coreara junto con Yami “And how is the weather?” y se echaran a reír como idiotas.
—¿Dónde se supone que pasaremos la noche? —preguntó Mike, cuando vio cómo el par de borrachos se sentó en una banca cuando pasaron por un parque.
—No lo sé —respondió Eva con un suspiro, mientras acariciaba casi de manera automática el pelaje de Cedar, que descansaba feliz en sus manos—. Aunque —dijo repentinamente, cuando volteo a ver a Mitca y a Yami—, parece que ellos no necesitan de un hotel para dormir.
Mike siguió la mirada de Eva sólo para encontrarse con una escena irritante… al menos desde su punto de vista.
Mitca y Yami se había quedado dormidos, Yami recargando su cabeza en el hombro de Mitca, y él a su vez recargando la suya en la cabeza de Yami, rodeándole los hombros con el brazo.
Mike no pudo hacer otra cosa que rechinar los dientes y respirar profundo.
—Tenemos que despertarlos —le dijo a Eva, cuya mirada era dulce, casi angelical, al posar sus ojos sobre el rostro de Mitca dormido, admirándolo en todo su esplendor.
—¿De verdad quieres despertarlos —le preguntó ella a Mike—? Sólo míralos…
El chico miró una vez más, y su expresión también se dulcificó al observar a Yami, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Casi parecía estar esperando un beso.
—La verdad no, no quiero —dijo Mike, con un suspiro derrotado.
—Entonces lo mejor será buscar otra banca…

A la mañana siguiente Mitca fue el primero en despertar, y se quedó desconcertado al ver las ramas de un árbol cuando abrió los ojos.
—¿Qué demonios… —murmuró con pereza, mientras bostezaba y levantaba la cabeza del respaldo de la banca, en donde la había tenido colgando, y al hacer ese movimiento un dolor de cabeza momentáneo lo impactó—? Oh, oh, oh… —se quejó, llevándose una mano a la cabeza.
No reparó en que Yami estaba completamente encima de él, sentada sobre sus piernas y abrazándole el cuello, hasta que bajó la vista.
¡¿Y ahora que hace esta chiquilla?! Fue ese el pensamiento que pasó por su mente mientras se apresuraba a poner sus manos sobre los hombros de ella para quitársela de encima, pero no lo hizo inmediatamente… En lugar de eso la miró un poco mejor. Pues la verdad es que dormida está mucho más linda…
Una sonrisa se extendió por el rostro del muchacho mientras retiraba de la cara de Yami algunos mechones de cabello color cajeta.
—Y sólo de pensar que yo estuve a punto de lograr que perdiera la vida… —susurró para sí, sintiendo un profundo odio que era sólo destinado para repudiar su propia existencia.
—Te quiero —murmuró de repente Yami, apretando sus brazos sobre el cuello de Mitca.
Oh… así que en realidad le gusta alguien, pensó Mitca, mientras que en su mente ideaba miles de maneras en las que la podría molestar sólo con esa información, en un futuro no muy lejano.
—Así que me quieres… Bueno, ya lo sabía. Todas me quieren —empezó a decir Mitca, respondiéndole, aunque sabía que no podía escucharlo… o al menos eso creía, porque en ese momento Yami frunció el entrecejo y murmuró:
—Idiota.
Mitca se echó a reír con suavidad ante aquello, procurando no despertarla.
—Ya lo sé —le respondió a Yami.
—Pero aún así te quiero —dijo ella, ahora sonriendo.
—Yo también te quiero. —Y Mitca volvió a reírse. No sabía exactamente qué era lo que tanto le divertía, pero quería seguir conversando con ella durmiendo—. Y… ¿exactamente tú por qué me quieres?
—Bueno, eso es obvio… —contestó Yami, ruborizándose en sueños.
¿De verdad está dormida? Esto es increíble…
—No, la verdad no es tan obvio. ¿Por qué no me lo dices?
—Es que sinceramente me da vergüenza decirlo.
—Oh, vamos… ¿Es tan malo?
—No… Bueno, creo que es porque cuidas de mí —dijo Yami, poniendo una sonrisa angelical en sus labios.
—Hm… Ya veo, pero eso podría hacerlo cualquiera. ¿No hay algo que me haga especial? —preguntó Mitca divertido con sus reacciones. Parecía poder mantener una conversación mil veces más normal con ella estando dormida.
—Hm… Sí, hay algo más.
—¿Y qué es eso? —preguntó el chico, ahora curioso.
—Pues esto… —y en ese momento, Yami repentinamente acercó su rostro al de Mitca y lo besó en los labios.
Mitca se sorprendió mucho, pero no la detuvo, y en lugar de eso le respondió el beso de la misma manera dulce en que ella lo besaba a él, y lo continuó haciendo hasta que ella lo detuvo.
Pero ahora la sorprendida era Yami, y al darse cuenta de lo que acababa de pasar se puso roja como un tomate y…
—¡¡¡Ah…!!! —gritó, mientras se levantaba de las piernas de Mitca y empezaba a dar vueltas como loca en frente de él—. Yo… es decir tú… ¡¿Cómo…?!
—Me besaste mientras dormías —explicó Mitca, con una sonrisa entre amable y socarrona en la cara.
—¿Por qué no me detuviste? —inculpó Yami.
—Pues precisamente porque quería ver esta reacción —dijo él, inclinándose hacia adelante y recargando sus codos sobre sus rodillas—. Pero eso no es todo, también dijiste que me querías.
—E-eso es imposible —tartamudeó Yami, con un rubor haciéndose evidente en sus mejillas.
—¿O sea que no soñabas conmigo? —preguntó Mitca, fingiendo sorpresa.
—¡Por supuesto que no! Es imposible que yo sueñe contigo…
—¿Y con quién soñabas entonces?
Yami desvió la mirada y se quedó callada.
—Pues creo que eso es algo que no te importa ¿o sí?
Mitca entonces alzó una ceja y se levantó de la banca. Se acercó a Yami y desplegó una sonrisa seductora, irresistible…
Y Yami, lo único que pudo hacer, fue quedarse completamente quieta por los nervios, cuando él le susurró al oído:
—Yami, me estás poniendo celoso… ¿a caso quieres romperme el corazón?
A la chica le recorrió la espalda un escalofrío al escuchar esas palabras y sentir ese aliento rozarle el cuello.
—¡Q-qué tonterías dices! Ya deja de jugar.
Mitca se echó a reír y se separó de ella.
—Por cierto, para ser tu segundo beso, no besas nada mal…
—¡Ya cállate! —dijo Yami, a punto de explotar de la vergüenza.
—Bueno, bueno… —dijo aún sonriendo, y después regresó al mundo real—. Y ahora… ¿dónde se supone que están los demás?
De repente Yami sintió cómo le jalaban el pantalón por el tobillo, y al bajar la vista se encontró con Cedar.
—¡Ce-Cedar! —murmuró sorprendida, agachándose para recogerlo y con nerviosismo preguntarle—. ¿Qué fue lo que viste?
El lémur le guiñó un ojo y eso provocó que se ruborizara aún más —si eso era humanamente posible.
—Por favor, no le menciones nada a nadie ¿sí —rogó Yami, y el lémur asintió en respuesta—? Gracias, te debo una.
—Ah, ahí estás, Cedar —dijo Mitca, acercándose a Yami de nuevo, que tenía en sus manos al monito—. ¿Dónde están Mike y Eva?
Cedar señaló entonces la dirección en la que se encontraban. Mitca y Yami caminaron hacia donde lo indicaba el lémur y pronto se encontraron con dos bancas, Mike dormía en una y Eva en otra, en posiciones que a cualquiera le hubieran dejado un dolor de cuello al menos por cinco horas.
—Tú háblale a tu amigo. Yo voy a despertar a Eva —dijo Mitca, señalándole a Mike con un movimiento de cabeza.
Yami asintió, tratando de actuar tan normal como Mitca, pero para ella no era tan sencillo, con los recuerdos de aquel beso revoloteándole en la cabeza.
—Despierta, Mike —dijo Yami, moviéndole el hombro a su amigo, quien frunció el entrecejo sin abrir los ojos.
—Cinco minutos más, mamá…
—No soy tu madre, soy Yami, y ya nos tenemos que ir.
—¿Yami?
—Sí, Yami.
—¡Yami! —Entonces Mike finalmente abrió los ojos y se levantó, volviendo a él los recuerdos de todo el día anterior—. ¿O sea que nada fue un sueño?
Yami puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.
—No, Mike, lamento decirte que nada fue un sueño. Y te recuerdo que ahora eres mi esclavo personal, así que mi primera orden es: ¡Ya párate!
Mike miró a Yami con cara de “¿Hablas en serio?”, a lo que Yami respondió con mirada de “Oh, sí, querido”.
Mike suspiró y se levantó con pesar.
—Espero que esto te sirva de lección para no volver a retar a La Gran Yami —dijo la chica, con una sonrisa triunfal en el rostro y olvidándose por completo de toda la situación ocurrida con Mitca… Sí, así era Yami.
—¿Escuché bien? ¿La Gran Yami? ¿Y el “Gran” para qué se aplica? —preguntó Mitca, que ya se acercaba a ellos junto con Eva.
—Pues por supuesto que para mi persona —dijo Yami, sonriendo altiva.
—Hm… Me imagino que no a la estatura ¿verdad —dijo Mitca—? Creo que incluso Cedar convertido en lémur es más grande que tú…
Yami observó a Mitca entrecerrando los ojos, pero en lugar de gritarle, como Mitca esperaba que hiciera, sólo volteó al frente, irguió el cuello y lo ignoró mientras seguía caminando.
—Las personas grandes como yo, no hacemos caso a las tonterías que dicen los inmaduros de tu clase —le dijo, lo cual sólo les cayó en gracia, no sólo a Mitca, sino también a Mike, Cedar e incluso Eva, quienes se echaron a reír al mismo tiempo.
A Yami se le abrió la boca en automático, con expresión ofendida.
—¡Esclavo! ¿Quién te crees para faltarle el respeto a tu ama de esa manera? —le gritó Yami a Mike.
—¡Oh, perdone mi ofensa Gran Yami! —se disculpó Mike con sarcasmo.
—¿Sabes qué? Ya no quiero que vengas con nosotros. ¡Mejor regresa con tus padres antes de que te de una patada en el trasero! —le dijo la chica, enojada.
—Ya, ya… Lo siento, es que fue tan gracioso que no me pude contener —se disculpó Mike, esta vez en serio—. Pero bueno ¿qué se supone que hagamos ahora? Ya encontramos a tu amiga, ahora qué vamos a hacer.
En ese momento todos se giraron a ver a Mitca.
—Bueno, supongo que lo primero que hay que hacer es investigar los detalles sobre la deuda de Yami —dijo el chico, encogiendo los hombros.
—¿Y dónde se supone que busquemos? —preguntó Yami.
—En tu familia, alguien tiene que saber de esto —sugirió Mike.
—Pero mi padre nunca me dijo nada, tampoco mis tíos…
—¿No habían mencionado alguna vez algo sobre visitar China para que conocieras a tus bisabuelos? —preguntó Mike, recordando que hacía tiempo, cuando estaban en secundaria, Yami había dicho que pasaría las vacaciones en China, pero al final se había cancelado porque durante ese año muchos desastres naturales habían azotado al país.
—Sí… pero no los conozco y… —empezó a decir Yami, pero fue interrumpida.
—Eso es lo menos importante, ya cuando estemos allá lo solucionaremos —dijo Mitca, con una sonrisa tranquilizadora—, por lo pronto será mejor sólo movernos.
—¿Pero cómo los encontraremos? Hay millones de Chan en China —dijo Mike sorprendido.
—Bueno… podemos buscar el matrimonio Chan-Kozlova… —improvisó Yami, captando la atención de todos nuevamente.
—¿Kozlova? —preguntó Eva, alzando una ceja.
—Sí, que yo sepa mi bisabuela es rusa.
“¡Perfecto!” dijeron Mitca y Eva a la vez.
—Eso nos facilita un poco las cosas… De acuerdo, en marcha —dijo Mitca, con ánimos renovados.
—Te estás tomando esto muy en serio ¿eh? —le preguntó Eva, caminando a su lado.
—Jamás me había tomado nada más en serio que esto —respondió Mitca, de nuevo con más preguntas en la mente, con cosas que se guardaría sólo para él.
¿Qué pasaría si…?


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continuará...

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